A 25 años de la hazaña de la gran Ximena Restrepo

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Por: Lisandro Rengifo / Diario El Tiempo (Colombia)
No era su objetivo, no estaba en su planes, Ximena Restrepo llegó a los Juegos Olímpicos de Barcelona con la meta de clasificar a la final de los 400 metros lisos, pero pasó las instancias con comodidad y llegó a ese 5 de agosto de 1992, a buscar algo más, pues no tenía nada que perder.
Ese día, Ximena partió en el sexto carril, siempre fue tercera en la competencia, incluso, llegó a ser segunda cuando entró a la última curva del sector norte del estadio Olímpico de Montjuic, pero en la recta final, la rusa Olga Bryzgina, plata, y la francesa Marie-Jose Perec, oro, la superaron.

Casi en la raya venció a la rusa Olga Nazarova, pero la colombiana no se dio cuenta de que había ganado el bronce, tardó varios minutos para darse cuenta del resultado, mientras tanto, caminaba sobre la pista con las manos en las caderas, respirando hondo, recuperándose del esfuerzo, del agotamiento, extrañada porque, esta vez, no vomitó, como era su costumbre.

Un poco más relajada, Ximena, que en ese entonces tenía 23 años, descansó, se quitó ese peso de encima que le generó nervios, estrés durante cuatro días, los mismos que duraron las series de eliminatoria, la semifinal y la final de los 400 metros.
Cuando supo, no celebró, tímidamente recibió la noticia, no solo del bronce, no solo de que se había convertido en la primera colombiana en ganar una medalla en unos Juegos Olímpicos, sino que su tiempo, 49,64 segundos, se convertía en nueva marca nacional y récord suramericano para la competencia, registro aún vigentes, algo que hace mucho más grande su hazaña.
Se abrazó con Emperatriz González, su entrenadora, la persona con la que llegó a Barcelona en busca de superar un obstáculo más, de hacer el curso en la nueva competencia, los 400 m, todo con miras a buscar una medalla en los Olímpicos de Atlanta 1996, pero el gran resultado se adelantó 4 años y llegó en el momento que menos lo esperaba.
Este sábado se cumplen 25 años de su hazaña, del mejor resultado de su carrera deportiva y Ximena recordó esa gesta, contó pormenores de lo que sucedió en esos días previos y en el 5 de agosto memorable para ella, para el atletismo y para el país.
El bronce de Restrepo es, para muchos, la medalla más importante que ha logrado el deporte colombiano en su historia olímpica, porque la logró en el deporte base, en una competencia de velocidad. EL TIEMPO habló con ella.
¿De qué manera la cambió su vida esa medalla?

Deportivamente, pues fue cumplir el sueño, fue un triunfo muy grande para mí. Me había preparado para eso, para algo grande. Claro que debo confesar que se dio un poco antes, porque la medalla en los Olímpicos la esperaba en los de Atlanta, en 1996, no para los de Barcelona.
¿Por qué?

Subí a los 400 metros y no me sentía cómoda, por eso no esperaba ese resultado. Sin embargo, llegó y fue un poco como sorpresa:
¿Cuándo se dio cuenta de que podía conseguir ese resultado?

En esa temporada supe que podía llegar a la final, pero solo a la final. Aunque dicen que ya en una final puede pasar cualquier cosa, pero, la verdad, la expectativa era estar en la carrera definitiva, pero nadie esperaba que yo obtuviera una medalla y lo hice, por eso digo que fue como sorpresa.
¿Y en lo personal la cambió?

No tanto. No vivía en Colombia, por eso el cuento de la fama y el reconocimiento no se dio, por lo que no fue una locura haber ganado el bronce.
Pero ya pasaron 25 años y se recuerda…

Bueno, eso es lo bueno. Quizás en esa época, pues me reconocían, pero no hubo celebración, porque yo tenía el plan de competencias definido y no pude ir a Colombia. Hoy me da risa, porque pasan los años, en mi colegio inauguraron una pista de atletismo con mi nombre y eso me dice que sigo vigente, aunque en 1992 no pude celebrar.
Además, todavía tiene la marca nacional y suramericana…

Eso me dice muchas cosas y confirma que sigo vigente. Han pasado 25 años de ese registro y la gente que comienza a correr sabe quién soy. Cuando me quiten el récord, pues pasaré a la historia.

¿Por qué su celebración fue tan fría?

Lamentablemente no disfrutaba la competencia. Me ponía muy nerviosa. No soy como Caterine Ibargüen, que salta, aplaude, se ríe, ella se goza la prueba, yo no era así. Por eso el triunfo llegaba y yo siempre estaba pensando en el futuro, como que tachaba la victoria y ya tenía en mente trabajar para lo que venía.

¿Qué analiza de la carrera hoy?

Los 400 metros es una carrera dura, en la que uno termina muerto y, además, a eso súmele que estaba nerviosa, pues fue peor. El susto que me dio no fue por las rivales, sino de la competencia, porque siempre terminaba vomitando. No la disfruté, la felicidad era que llegara rápido el momento, correr y terminarla para descansar de todo. Ese día fue inolvidable, hasta me pregunté: ¿Qué estoy haciendo acá?

¿Y cómo manejó esas sensaciones?

Una vez sonaba el disparo se me quitaba todo. Nunca tuve un psicólogo, si volviera a nacer lo tendría, lo exigiría. Mi entrenadora (Emperatriz González) ni yo tuvimos un cuerpo interdisciplinario, nada de eso, con decirle que el que me hizo el masaje era el que atendía a los ciclistas. Me tocaba esperar a que él acabara su trabajo con los pedalistas. Fue una medalla salvaje, por el talento, las ganas. Es que estuvimos las dos solas.
¿Por qué nunca exigió nada?

El deporte en Colombia no era nada en esa época. El deporte de alto rendimiento era de talentos individuales. Hoy en día es distinto. Las demás, mis rivales, las veía con 3 y 4 personas a su lado, pero yo era una atleta que no pedía mucho, eso era lo que había, tal vez por eso nunca me recuperé bien de las lesiones.
Usted se demoró en saber que era medallista…

Claro, porque estaba tan nerviosa que lo que quería era que la carrera se acabara, no tuve ganas de saber si fui medalla o no. Cuando terminé de correr la primera sensación fue de alivio, no fue de alegría. Llegué muy nerviosa a ese día. Cargué con el peso de la ansiedad, de susto por cuatro días porque estaba tan nerviosa, por eso la primera sensación fue de tranquilidad, de cumplir con el deber, por eso no me la gocé. Hice lo que tenía que hacer y ya.
¿Y qué hizo cuando supo que había ganado el bronce?

Me di cuenta de que era la primera mujer colombiana en ganar una medalla olímpica y como que comencé a dimensionar lo que había hecho, pero, la verdad, fue un alivio de haber cumplido y listo.
¿Nunca hubo una celebración?

Pues, sí, luego, en lo más íntimo, pues me di cuenta de lo que conseguí. Tenía 23 años, pero soy una persona que piensa a futuro, que dijo, bueno, esto ya pasó, hay que seguir adelante, y eso fue lo que hice. Tenía que seguir entrenando, tenía competencias y no pude ir a Colombia. Me gustan los desafíos, pero hay que avanzar y no quedarse ahí.
¿En algún momento vio peligrar la medalla?

No, nunca me vi por fuera. En esos Juegos hice el trabajo que tenía que hacer. La carrera más importante era la semifinal, porque ahí uno se juega su casilla a la final, esa carrera fue clave. La corrí y logré llegar a la final, una vez allí, pues estuve menos nerviosa que antes, di todo lo que tenía y hasta mejoré mi marca personal. Es extraño, como dije, siempre terminaba vomitando, pero ese día, no.
Si la meta no era la medalla, ¿cómo afrontó esa final?

Todo era ganancia, ya había cumplido, ese era el objetivo. Antes de la carrera dije que lo iba a dar todo, no tenía nada que perder, pues era lo que saliera. Sabía que si repetía la marca de la semifinal podía estar en la pelea. Fue una final rápida, mucho; cómo sería que las cuatro primeras bajaron de 50 segundos.
¿Volvió a hablar con Marie-Jose Perec o con Olga Bryzgina?

No. A la Perec la he visto, a veces transmite para la TV y nos saludamos, pero no he vuelto a conversar. Tengo otras amigas con las que competí, pero con ellas, no.
¿Le prometieron mucho tras la medalla? ¿Le cumplieron?

No prometieron mucho. Postobón era mi patrocinador y cumplieron con todo, me regalaron un carro; de resto, nada más. No tenía apoyo del Estado, como ahora. Coldeportes o el Comité Olímpico Colombiano, no me acuerdo, me dieron $ 5 millones, pero tampoco me prometieron nada. No tuve expectativas de que me dieran cosas. Nunca he sido una persona que pida, de cosas materiales, eso de la plata, pues no me mueve mucho, no me mortifica si la tengo o no.
¿Por qué no pudo ganar en el Mundial de Alemania al año siguiente?

Me mató ese Mundial de Sttugart. No estaban ni Perec ni Bryzgina y, dije, que me lo iba a ganar, pero me fue muy mal. Ha sido la mayor frustración de mi vida. Creí que iba por la medalla, la perdí y nunca me pude recuperar de eso.
¿Qué opina de que su hija Martina le siga los pasos?

La veo bien. Es muy joven, solo tiene 18 años, y ha entrenado poco. Este año ha tomado las cosas con más seriedad, ha hecho tiempos buenos y hay que esperar. No hay que presionarla. El año que viene irá al Mundial Juvenil y si llega a la final, pues sería muy bueno. Tiene talento, mide 1,83 m, veo que corre fácil, es más fuerte que lo que yo era a su edad, hace pesas, tiene talento.
¿Qué hace Ximena Restrepo hoy?

Sigo en el club de atletismo de la Universidad Católica en Chile. Vivo feliz. Hago parte de la Federación Chilena de Atletismo, en el área técnica, y soy el vínculo con Odesur. Asesoro a Cochabamba, que hará los Juegos Suramericanos del 2018. Hago coaching nutricional.

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