Por Antonella Ferraro / Diario Clarín
Foto: Marcelo Cáceres / Clarín
A María Victoria Woodward, el atletismo le llegó a su vida casi como por sorpresa, cuando tenía sólo 13 años. Una mañana, mientras competía las pruebas de gimnasia artística de los Juegos Intercolegiales de su Córdoba natal, Claudio Rodríguez, su actual entrenador, observó que esa chica con mucha flexibilidad podría tener condiciones para realizar otros deportes y la invitó a interiorizarse en el atletismo. Jamás volvió a abandonarlo. Y esa pasión le dio frutos. Tanto que tras muchos años de dedicación, se convirtió en la mujer más rápida de la Argentina, al batir en noviembre pasado, con 11s54, el récord nacional de los 100 metros que hacía 12 años estaba en poder de Vanesa Wohlgemuth con 11s57.
“Salí de mi casa en Villa Carlos Paz días antes de competir sabiendo que lo podía lograr. Estaba segura porque me sentía en mi mejor forma y en las competencias anteriores había logrado mi mejor marca de 11s60″, recuerda Vicky en diálogo con Clarín, entre risas y con emoción. Sus sensaciones se hicieron realidad en el Metropolitano Sub 18 y Sub 20 disputado en el CeNARD.
Ella dice que ese día se alinearon los planetas. Mientras recrea en su mente la carrera, asegura que corrió como nunca antes: relajada, sin presionarse con ninguna marca ni resultado, y con buena técnica. Por eso repite constantemente que el récord fue la consecuencia de haber hecho todo bien.
«Cuando apenas crucé la meta, no sabía el tiempo que había hecho. Lo primero que hice fue ir a abrazar a mi entrenador, que ni vio la carrera porque había estado filmándome -recuerda-. Cuando me acerqué a la mesa de los oficiales, nadie me quería decir nada porque estaban constatando las marcas anteriores. Y cuando me dijeron que había batido el récord nacional, me emocioné y sentí como si me estuvieran entregando un título universitario«.
Nada en su vida es sólo por causalidad. El esfuerzo y la pasión por el atletismo la lleva a tener que compartir el tiempo con las horas que le destina a su trabajo en la peluquería de su hermana Cynthia. Durante las mañanas, se ocupa del cabello de las mujeres. Y a la tarde parte hacia la pista de Cuesta Blanca para poder entrenarse entre tres y cuatro horas continuas con la intención de mejorar sus marcas.
La falta de apoyo y de pistas en mejor estado condiciona su manera de entrenarse para llegar lo mejor posible a las competencias. «Para hacer trabajos específicos de velocidad, nos tenemos que ir al estadio Mario Alberto Kempes para usar la pista de atletismo, que igual está muy deteriorada. Tanto que entrenarse todos los días ahí puede traer lesiones. Por eso es complicado, aunque así fue siempre mi carrera deportiva y ya me acostumbre», comenta con resignación.
Esa supuesta «costumbre» de la que ella habla y la soledad que sentía en cuanto a la falta de apoyo hicieron que en 2015 su cabeza colapsara y su tranquilidad se diluyera. A tal punto que dejó de entrenarse. «Todo lo que hice en mi carrera deportiva fue gracias al apoyo de mi entrenador y de mi familia, fundamentalmente -explica-. En una oportunidad, dos días antes de tener que viajar a competir a Colombia, me avisaron que no tenía nada: ni pasajes ni hotel, nada…».
Comenzó en la velocidad en los 80 metros llanos, especialidad en la que se desarrollan los niños cuando son cadetes. Y al poco tiempo se federó para poder competir a nivel nacional. En 2005 fue campeona argentina en el Intercolegial disputado en La Rioja. Y un año después compitió en el Nacional de menores siendo cadete y se coronó campeona nuevamente.
Su vida continuó ligada al atletismo y los resultados siguieron. Hoy, con el récord argentino en su espalda (o en sus piernas), tiene entre sus metas a corto plazo al Sudamericano de Mayores. En segundo lugar, seguir mejorando la marca, porque todavía siente que puede seguir bajando tiempos para poder clasificarse a los Juegos Odesur de Cochabamba 2018. Si le dan a soñar, no le escapa a los desafíos: buscará competir en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. «Sé que todavía estoy lejos, pero me ilusiona pensar en llegar a Tokyo 2020», lanza Vicky Woodward. Y corre hacia esos objetivos. Rápida como es, pero con paciencia para no saltar etapas.
Una relación particular con su entrenador
«Creo que no podría entrenarme con otra persona que no fuera él», dice Victoria sobre Claudio Rodríguez, quien la guía desde que la invitó a conocer el atletismo y terminó siendo su «suegro». Así como se lee. Es que no sólo los une un vínculo profesional sino que la vida la llevó a enamorarse hace ocho años de Federico, el hijo de su entrenador. Se conocieron cuando iban al mismo colegio y hoy él es contador.
Que el amor haya quedado en el medio del trabajo deportivo no afectó en nada la relación entre Vicky y su entrenador. «Gracias a él pude hacer este récord, porque es un apasionado del deporte y la verdad que siempre me lo transmite. Creo que nos complementamos muy bien como equipo», remata Victoria.