Un gran momento para el atletismo sudamericano

El atletismo sudamericano guardaba el recuerdo de aquellas leyendas de los tiempos fundacionales de nuestro deporte, aquellos que primero colocaron las banderas de nuestros países en los planos olímpicos superiores y fueron el faro para las generaciones posteriores. Pero el mundo se había transformado completamente luego de la Segunda Guerra Mundial y, en lo que hace específicamente al atletismo -un deporte que en muchos sentidos también es la guía, motor y ejemplo para el resto- a los países del área sudamericana se le hacía cada vez más difícil acompañar el fuerte avance técnico. Influyeron múltiples razones: económicas, geográficas, sociales. Lo cierto es que a partir de la década del 50 y hasta fines de los 80, Sudamérica quedaba cada vez más retrasada en el vertiginoso crecimiento del atletismo mundial en cuanto a su rendimiento.

Un fuerte trabajo en el que confluyó toda la comunidad atlética de Sudamérica -desde la organización dirigencial hasta los entrenadores, desde los atletas (que son el alma y la esencia de este deporte hasta múltiples colaboradores- permitió que en las últimas décadas aquella situación se revirtiera. Y se hizo en un marco mucho más difícil: consideremos que no solo se trata de uno de los deportes más completos entre todos los que integran la programación del olimpismo, sino que el atletismo es uno de los más competitivos. Junto al fútbol son los más “universales”, la federación internacional (hoy W.A.) cuenta con más de 210 países afiliados. Y en casi todos los rincones del mundo pueden surgir talentos de excepcionales condiciones naturales. Hay que competir contra el inmenso potencial de los velocistas del Caribe o el área norte de nuestro continente, pero también contra el poderío de los lanzadores que se extienden por Europa. Y hay que competir en un ambiente de carreras de mediofondo y fondo donde, a partir de la década del 60 y con el proceso de descolonización, países como Etiopía, Kenia y últimamente Uganda se afirmaron como imbatibles, como imparables canteras de figuras.

Aun así, en las últimas décadas, el atletismo sudamericano ha cosechado su mayor número de medallistas y finalistas en las citas de mayores exigencias: Juegos Olímpicos y Campeonatos Mundiales.

Entonces, se trata de un período en el que hemos disfrutado la grandeza olímpica surgida desde Brasil con nombres como los de Robson Caetano da Silva (el mejor velocista sudamericano de la historia y medallista de los 200 metros en Seúl) y Joaquim Carvalho Cruz (autor de esa inolvidable hazaña en los 800 metros de Los Angeles, delante de Sebastian Coe y toda la “armada” de grandes mediofondistas mundiales). En ese mismo período, Brasil se constituyó en una verdadera potencia en pruebas de relevos, especialmente el 4×100 masculino, que atravesó varias generaciones. Y ya en tiempo más recientes nos dieron a otro campeón olímpico como Thiago Braz da Silva con su oro y récord en Rio 2016, a Maurren Higa Maggi (salto en largo) y Fabiana de Almeida Murer (garrocha) en la elite mundial por varias temporadas, la consolidación de Darlan Romani (campeón mundial indoor) entre los colosos del lanzamiento de bala. Y aún palpitamos la gloria de Alison Brendom Alves dos Santos con su fulminante progresión hasta el oro mundialista en Oregón y el bronce olímpico en Tokio sobre 400 metros con vallas. Aún en las pruebas de fondo, Brasil disfrutó desde entonces de sus mejores momentos como la medalla olímpica de Vanderlei Cordeiro de Lima en Atenas 2004 -con todo su coraje y heroísmo para superar el mal momento en que le detuvo un intruso- y los récords de Marilson Gomes dos Santos, además de bicampeón del maratón de Nueva York. Y últimamente la aparición de un dotado como “Danielzino” Ferreira do Nascimento, el mejor no-africano en la distancia máxima y bajando el tope sudamericano que, en su momento, fijara otro brasileño Ronaldo da Costa en Berlín y que también constituyera un récord mundial.

El mismo período exhibe el despegue de Colombia hacia los primeros planos. Si la gran Ximena Restrepo inauguró la cosecha con su bronce olímpico sobre 400 metros en los Juegos de Barcelona, los resultados más recientes también son de gran valía: el dominio que ejerció Caterine Ibargüen en el salto triple (campeona mundial y olímpica), los títulos mundiales en marcha de Luis Fernando López y Eider Arévalo y la soberbia demostración en Tokio con las medallas de plata de Anthony Zambrano sobre 400 metros llanos -donde, además- bajó los 44 segundos y Sandra Lorena Arenas en la marcha.

Es un período en el cual todos los países del área, inclusive los más pequeños y los que tenían menor tradición en nuestro deporte, han proyectado primeras figuras. Venezuela vibra con las hazañas de Yulimar del Valle Rojas, heredando aquel dominio de Caterine en el salto triple y terminando con un récord mundial de Inessa Kravets que llevaba casi tres décadas en las listas. Robeilys Peinado también alcanzó un podio mundialista en el salto con garrocha, mientras que los relevos venezolanos revivieron a su gloriosa década del 60 y se instalaron, con la 4×400, en la final olímpica de Londres. En los últimos días asistimos a una prodigiosa demostración de Joselyn Brea, la primer fondista sudamericana en correr los 5.000 metros por debajo de 15 minutos.

Si Jefferson Pérez se erigió en deportista más grande de la historia de Ecuador -triunfador en la marcha de 20 kilómetros en los Juegos de Atlanta, tricampeón mundial, recordista- ahora el panorama del atletismo de su país es más completo. La tradición de sus marchistas se afirma en estos días con jóvenes y notables valores como David Hurtado, Braian Pintado o Glenda Morejón. Pero Ecuador también lanzó velocistas, saltadores y lanzadores de proyección, entre los cuales el (infortunado) medallista mundial de los 200 metros, Alex Quiñonez, brilló con su presencia en el podio de Doha 2019.

También Kimberly Rojas, marchista, se posicionó como la más grande deportista en la historia de Perú con sus recientes prestaciones: el inolvidable doblete en el Mundial de Oregón (20 y 35 kilómetros) y su plusmarca mundial de esta distancia. Desde Panamá surgieron nombres como el de Irving Saladino (oro olímpico en salto triple) y Alonso Edward (escolta de Usain Bolt en los 200 llanos del Mundial de Berlin 2009). O Gianna Woodruff, finalista olímpica y mundial de los 400 vallas. La Argentina, en una inolvidable temporada 2022, comenzó a recuperar sus posiciones, al menos en el nivel sudamericano y así tuvo una formidable actuación en los Juegos Odesur, en Asunción. Chile mantiene su predicamento en numerosas especialidades, siendo su dupla de martilleros (Gabriel Kehr/Humberto Mansilla) la que le brinda las mejores perspectivas de volver a un sitio en los primeros puestos internacionales. Uruguay viene de una excelente década con un trío que también pudo colocarse en puestos de privilegio, principalmente Emiliano Lasa en salto en largo, acompañado por Déborah Rodríguez en los 800 metros y Andrés Silva en los 400 llanos y 400 con vallas. Bolivia (donde viene descollando el maratonista Héctor Garibay), Paraguay (disfrutando su mejor época atlética, sobre todo a través de su plantel de velocistas), y hasta Guyana y Surinam lanzaron valores de alta calidad.

Y así la presencia sudamericana se hizo ostensible, no solo en las máximas competiciones son también en todas las que hoy integran la programación de nuestro deporte: las Copas Mundiales de marcha, cross y carreras de ruta, los Mundiales Indoor, los Mundiales u20 y u18 (estos ahora discontinuados), los Juegos de la Juventud. Y dentro de un plano más acotado, pero igualmente competitivo, Sudamérica tiene una decisiva presencia en los Juegos Panamericanos, Centroamericanos e Iberoamericanos.

Estos resultados reflejan, por un lado, el talento natural, siempre vigente, de nuestros jóvenes. Hacia ellos va siempre el primer reconocimiento. Pero esos mismos resultados son, también, el fruto de un trabajo intenso. De la pasión que ellos colocan en las pistas, pero también de la dedicación de sus entrenadores. Y de una tarea organizativa que ha experimentado un formidable crecimiento a lo largo de las últimas décadas, respondiendo a las exigencias del atletismo moderno.

Si la existencia de pistas de material sintético era todavía un lujo hasta principios de los 80, hoy ya son habituales en los principales centros atléticos de todos los países. Un cambio fundamental para la infraestructura y para permitir mejores sistemas de entrenamiento y competencia. También hasta la época anterior, las posibilidades de competencia para nuestros atletas eran reducidas, se limitaban a los grandes campeonatos y, en algunos casos, aislados, a giras por los centros principales de EE.UU. y Europa. Ahora Sudamérica cuenta con un programa sólido de competencias propias (las de cada país y los Grand Prix Sudamericano), pero también con campeonatos destinados a todos los sectores y todas las edades: el Campeonato Sudamericano absoluto –recuperó todo su prestigio, su próxima edición se cumplirá en Sao Paulo y constituye la más antigua competencia de área en el mundo- es el eje, pero también se le ha dado continuidad y jearquía a los Sudamericanos u23 (instituidos hace dos décadas), u20 y u18, así como se han revitalizado los Sudamericanos de maratón y medio maratón, cross country y marcha. Y recientemente, se lanzó el sudamericano de Pista Cubierta y se incorporó la actividad de montaña y trail, que cuenta cada vez con más adeptos.

Las carreras populares se han convertido en un fenómeno de la vida moderna, con participación masiva, pero que también ha contribuido en forma decisiva a la recuperación del atletismo de fondo de elite en nuestros países. Simplemente, con ver lo que ha sucedido recientemente en Sevilla, con los notables resultados de los maratonistas sudamericanos. Y a la vez, nuestros países están ofreciendo grandes espectáculos en este tipo de carreras, siendo la tradicional San Silvestre, el 21k y el maratón de Buenos Aires o el medio maratón de Bogotá centros de atracción para fondistas de primera clase mundial: el campeón y recordman mundial de medio maratón, el ugandés Jacob Kiplimo, brindó un inolvidable espectáculo en San Silvestre, mientras que el keniata Evans Chebet, último vencedor de los maratones de Nueva York y Boston, fijó una marca de 2:05 en Buenos Aires, por citar algunos de aquellos exponentes..

En medio de ese crecimiento, y de la euforia y el sentimiento de auténtica alegría que nos brindan nuestros jóvenes con estos resultados, nunca hemos olvidado a los pioneros, y a quienes construyeron la grandeza atlética de Sudamérica. A través de la gestión de Consudatle en las últimas décadas, y de distintas galas que organizó cada Federación, aquellas leyendas han tenido su merecido recuerdo, homenaje y reconocimiento, alcanzando su clímax de emoción con las fiestas por el 90° aniversario en Manaos y, más recientemente, con el Centenario de Consudatle, en Buenos Aires, con una sesión del Consejo de la IAAF.

Tal como citábamos en un principio, la tarea técnica -de dirigentes, entrenadores y árbitros- ha sido decisiva. Sudamérica cuenta con equipos de jueces de primer nivel internacional. Y con Centros de Entrenamiento a la altura de los mejores del mundo, que reciben técnicos de prestigio para la formación de maestros. Es inmensa la tarea desplegada por estos centros de formación sobre las nuevas generaciones de técnicos de atletismo en todas las especialidades.

La Confederación Sudamericana, la más antigua del mundo entre sus pares, ha impulsado y fortalecido los tradicionales campeonatos sudamericanos en todas las categorías, los cuales han tenido una notable continuidad y una participación casi total de los trece países del área. También ha creado las competencias de Grand Prix Sudamericanos, que han sido un gran estímulo para los atletas de todos países. La instalación del Centro Regional de Desarrollo ha contribuido significativamente a la formación de entrenadores, jueces y dirigentes, entre otros actores decisivos del atletismo, los números de las realizaciones y la calidad de las capacitaciones han producido un enorme desarrollo en todos los países del área, fortalecidos con la presencia en Sudamérica de los mejores especialistas de todo el mundo. Algunos números de la producción son realmente importantes: 646 actividades (cursos y seminarios), han capacitado 8.117 entrenadores en cinco niveles 2.905 jueces y 2.484 en otras especialidades a la fecha.

La tarea de información ha sido intensa con la producción de revistas, libros, videos técnicos y metodológicos en distintos soportes también ha sido muy grande y ha contribuido al mejoramientos de todos los profesionales que están en el atletismo sudamericano, siendo un ejemplo incluso para otros deportes. También ha generado un importante soporte para la administración de las competencias sudamericanas.

Para la comprensión y la vigencia histórica, para mantener este legado,  Atletismo Sudamericano viene realizando una intensa tarea de divulgación, a través de sus publicaciones, sus redes sociales, la edición de numerosos libros históricos, periodísticos y estadísticos y, más recientemente, su Biblioteca Digital al alcance de todo el mundo. Todos los elementos que permiten tener, al instante, la comunicación y difusión de las hazañas de nuestros valores.

Es por todo esto, que la comunidad atlética sudamericana, en cada uno de sus países y en cada uno de sus resultados, debe sentirse auténticamente orgullosa por lo logrado a lo largo de este tiempo.