Por Luciana Aranguiz / Diario Clarín / Argentina
Cando Leandro Paris comenzó a correr, le gustaban las carreras de velocidad. Pero de a poco le fue tomando el gustito al mediofondo y no tardó en darse cuenta que «su prueba» eran los 800 metros. «Me pone nervioso porque es muy difícil de encarar; tenés que aguantar y dar lo mejor. Pero es para lo que mejor sirvo», reconoce. Y no es difícil entender por qué. Una vida dura lo preparó para esa prueba que exige física y mentalmente a los atletas y pone a prueba su resistencia. A él nunca le sobró nada. Todo lo que tiene lo consiguió con mucho trabajo y esfuerzo. Pero a pesar de las dificultades, nunca bajó los brazos y hoy es uno de los atletas argentinos con más proyección a futuro.
«Se lo debo todo a mis viejos y a mi familia. Yo logré lo que logré por todo ese esfuerzo y ese sacrificio que hicimos durante tanto tiempo. Eso me llena de orgullo», le cuenta a Clarín el mendocino radicado en San Luis, quien en el Sudamericano de Asunción que se disputó en junio se consagró campeón en los 800 metros y consiguió su clasificación al Mundial de Londres, que arrancará el viernes. Y todo entrenando y preparándose en una pista de tierra perteneciente al Ejército Argentino, porque en su provincia no hay ninguna pista sintética.
Pasó sus primeros años en un peligroso barrio de Maipú, donde las drogas y los robos eran moneda corriente. Cuando tenía 11, su mamá Isabel mudó a toda la familia a El Volcán, una pequeña localidad ubicada a 20 kilómetros de San Luis, donde vivieron durante un año en una carpa. «Ese fue un año con mucha lluvia, más que lo normal, y mucho viento. Pero nosotros queríamos ahorrar para hacernos un ranchito propio«, recuerda el mendocino, que dio sus primeros pasos en el atletismo recién a los 17 años.
«En la secundaria tuve dos profesoras geniales que me guiaron. Nos hicieron diferentes pruebas y en el tiempo que mis compañeros corrían 6 o 7 vueltas, yo hacía 13 o 14«, explica Paris, que en esos años trabajaba a la mañana, estudiaba a la tarde y se entrenaba a la noche. «Jorge Niño, que fue mi primer entrenador, me decía:«No te podés subir a tres caballos, vas a terminar rajado. Dejá algo». Pero yo sentía una responsabilidad de ayudar a mis viejos para que estuviéramos mejor y para que no faltara la comida en casa. Hice distintos sacrificios para llegar adonde estoy, pero eso me fue formando como persona», asegura.
El año pasado, tras ganar el oro en el Sudamericano Sub 23 de Lima, consiguió una beca del ENARD y otra de la Secretaría de Deporte de la Nación, un apoyo que le permitió alquilar un departamento chico más cerca de San Luis, que hoy comparte con su mamá y con su hermana. «Antes no tenía nada. Recuerdo que mi papá juntaba cartones y otras cosas para que yo pudiera viajar a competir a nivel nacional. El año pasado gané esta beca y eso me ayuda mucho. Pudimos dejar el ranchito, que se nos estaba cayendo a pedazos, tenía mucha humedad y no tenía gas, así que había que ir todos los días a cortar leña para calentarlo. Ahora estamos mejor. Y eso me saca una preocupación grande de la cabeza, porque cuando yo viajaba a los torneos, me iba pensando en lo que les podía pasar y me hacía muy mal», cuenta Paris.
La mudanza le permitió, además, aprovechar mejor el tiempo en su día a día. Es que cuando vivía en El Volcán, tenía que caminar tres kilómetros para tomarse un colectivo y después hacer un viaje de 40 minutos para estudiar el profesorado de Educación Física. «Me recibo este año. Voy a ser el primero de mi familia en hacerlo», afirma orgulloso.