Johnny Pérez, una leyenda del atletismo de Bolivia, y su espera

Fuente: Diario La OpinioN (Bolivia)

Johnny Pérez fue el mejor fondista del historial del atletismo de Bolivia, el primero que incursionó en el alto nivel sudamericano. Fijó los récords de su país con 14m.06s.73 en 5.000 metros y 29m05s75 en 10 mil metros durante el torneo Orlando Guaita en Santiago de Chile (27 y 28 de octubre de 1984) respectivamente, que tuvieron más de tres décadas de vigencia, hasta que el ascendente Vidal Basco consiguió mejorarlos. Los llevó a 13m57s80 y 28m34s57 el año pasado en Lima. Johnny Pérez, nacido el 13 de septiembre de 1953 en Cochabamba, logró la medalla de oro de los 1.500 y 5.000 metros en los primeros Juegos Odesur, realizados en La Paz. Al año siguiente, consiguió la medalla de bronce –primera de un fondista colombiano- en el Campeonato Sudamericano de Bucaramanga sobre 5.000 metros con 14m16s1, escoltando al chileno Alejandro Silva y al gran fondista local Domingo Tibaduiza. Y dos años después, en el Sudamericano de La Paz, repitió esa actuación, detrás de los colombianos Víctor Mora y Silvio Salazar. Ahora, en plena pandemia, fue entrevistado por el diario La Opinión.

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Dos paralizaciones obligadas en apenas siete meses representan un real golpe para su pizzería, ese emprendimiento familiar que con tanto entusiasmo estrenó el ex atleta cochabambino Jhonny Pérez, la figura legendaria de Bolivia. El primer impacto se dio a fines de octubre, cuando estallaron los problemas sociales tras las elecciones generales. El segundo comenzó en marzo, con el decreto de la cuarentena como mecanismo gubernamental para intentar frenar la pandemia.

Es cierto. Fueron dos embates muy seguidos que apenas le dieron tregua. Sin embargo, Pérez es absolutamente optimista. No se queja. Prefiere canalizar esa energía y volcarla en pensamientos positivos. De hecho, planea que su negocio, situado en la avenida Heroínas, crezca aún más ni bien pueda retomar sus tareas, en compañía de su hija y socia.

Aquel que no se cansa de repetir que nunca se sirvió del deporte, sino que “sirvió al país” desde su lugar de deportista, es el mismo que ahora, con 66 años, se anima a encarar el presente como un nuevo reto. Porque si de algo tiene certeza es de que siempre se levanta. Siempre lo hizo. “Esto es una zancadilla fuerte, pero sé que voy a levantarme. Sé que voy a seguir adelante. No me ahogo en un vaso con agua”, dice.

Ha decidido tomar este tiempo de confinamiento como un momento de reinvención espiritual y oxigenación. Por ello, no ha encontrado mejor terapia que cuidar de un huerto de dimensiones generosas en Sacaba, donde vive junto a su mamá.

En la inauguración de los Juegos Suramericanos de 2018 encendió el pebetero, ¿este tiempo es útil para recordar lo lindo y lo triste?

Así es. Habiendo llegado a la cima de lo que uno se propuso, encender un pebetero es uno de los máximos honores, sea a nivel local o internacional. Es una satisfacción muy linda porque la vida lo premia a uno por el esfuerzo que realizó después de años de trayectoria. Yo he tenido que realizar deporte prácticamente con una mano adelante y otra atrás. Me he quedado, quizás, casi a mitad de camino. Yo pensaba llegar mucho más alto, pero así se dieron las cosas. Debía ir a Europa con mejores perspectivas. Y de salud, estoy bien, nomás, gracias a Dios. Se me sube un poquito la presión, pero tengo pastillas para ello. Como estoy medicado, me ayudo con eso. Esta cuarentena es como un retiro espiritual forzoso en el cual uno hace un balance de su vida civil y deportiva.

A todos nos ha golpeado este proceso, y la economía se vio impactada. Usted, por ejemplo, tuvo que frenar su pizzería temporalmente…

Hemos tenido que ser frenados en seco. Nadie estaba preparado para esto. Los problemas políticos que se suscitaron fueron un preámbulo para que el pueblo se fuera alistando. Me refiero a los bloqueos y paros. Esta cuarentena ha servido para reflexionar y para que el boliviano diga que está maduro para enfrentarse a situaciones adversas. Somos estoicos. Yo nunca consideré pobre a mi país. Es tremendamente rico, solo que no está bien manejado.

¿Cómo imagina el retorno a sus actividades?, ¿volverá a abrir su pizzería?

Si hacemos un balance, hay pérdidas económicas, pero debemos ser positivos, pues habrá ganancias en lo que se refiere una reinserción espiritual. Tengo muchos objetivos para mi pequeña empresa. Pienso acrecentarla más, apoyado por mi hija, que está en sociedad conmigo. Aunando esfuerzos y algunas visiones, se dará. En este tipo de eventos, cuando hay pérdidas es necesario aprovecharlas. Esto es una zancadilla fuerte, pero sé que voy a levantarme. Sé que voy a seguir adelante. No me ahogo en un vaso con agua. Me caí varias veces, pero supe levantarme. No siento temor. Soy un luchador de la vida. Uno siente más sabor cuando se le hace más problemática la situación. Es un desafío que hay que llevar con valentía.

Usted comentaba, fuera de la nota, que cuida de una huerta, tarea que le significa una terapia, seguramente.

R: Sí. Tengo una huertita acá, con pacay, naranja y locotales. He sembrado algunas cosas aprovechando los cuatro años que vivo con mi mamá. Queda por Sacaba. Es una terapia, en realidad. Cuando viví en Estados Unidos veía inmensidades de huertas envidiables en Virginia. Uno sale a correr y hay áreas en las que se puede pasear. Si le diéramos prioridad a la vegetación, nuestra mentalidad mejoraría. Un arbolito da mucha salud. Es el compañero ideal de cada persona.

“En septiembre cumplo 67 años. Gracias a Dios, me mantengo bastante bien. Tomo la actividad física como un termómetro de la salud. Mientras uno esté más activo, menos decaerá en la salud y será positivo para entregarse a la vida”, concluye Johnny.