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Gustavo Osorio, el formador de lanzadores de jabalina

09/02/2017
Por Germán Leza / Diario La Nación / Argentina
«Bienvenidos a la capital de la jabalina», dice Gustavo Osorio, con los brazos abiertos. Recibe a LA NACION en «el campito», como lo llamaban al espacio donde antes funcionaba una carbonera y estaba repleto de vidrios rotos. Cuenta Osorio que su propuesta al intendente de Marcos Paz fue sencilla: convertir ese basural en «un pulmón verde para dar oxígeno a la comunidad». Los tractores clavaron sus uñas, se removieron el carbón y las astillas, y se elevó una pista de atletismo. Después, llegarían las primeras jabalineras y jabalineros. Como Mariela Aguer, quien llegó a ser récord sudamericano de menores, y Walter Cerrezuela, quien fue subcampeón sudamericanos de cadetes. Y luego, el más destacado de todos: Braian Toledo, a quien Osorio entrenó por más de una década. Después de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 decidieron separarse. Mucho trajín juntos, muchas charlas, mucho viaje. Ese niño de melena por los hombros ya había llegado a una final de Mundial (Pekín 2015) y a otra olímpica (Río 2016). Ahora, a los 23 años, Toledo optó por entrenarse con el finlandés Kari Ihalainen. Osorio se considera básicamente un formador. Es el terreno en que se siente más cómodo y el que cree más necesario para la realidad del atletismo argentino. «Al nivel de un atleta como Braian es todo más personalizado. Es más calidad que cantidad. Es otra vida. Es mucho más fácil en cuanto está un atleta hecho. Pero tiene que ser un tipo de muy buen nivel como lo es Kari. Es una excelente persona y es muy estudioso en la especialidad», lo elogia Osorio. Y aclara: «Yo tomé un camino distinto al de Braian. El tiene que seguir con ese camino. El de la progresión, el del salto de calidad. Es importante para él. Yo no sé si estaba listo en continuar con él en tantas giras y viajes, es muy difícil», se sincera.
Debajo de la galería de la casita que está al fondo de la pista de Marcos Paz, están Osorio, su hijo Agustín, y Bárbara López, la campeona argentina de jabalina. Agustín es uno de los atletas que aspira a participar en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018. A los 15 años, cuenta con un curioso récord nacional al superar dos veces el registro en cadetes de Toledo. Su última marca es de 66, 04 metros. Bárbara y Agustín recién terminan su sesión de pesas en el gimnasio que Osorio improvisó en una de las habitaciones de la casita. También sumó barras fijas afuera para que sus atletas puedan entrenarse.
Un mes atrás, Osorio, Agustín, Bárbara y otros 34 atletas, junto a entrenadores y padres, fueron una semana de campamento a entrenarse a Mar Azul, entre médanos, viento y agua, con la arena pegándoles fuerte en las cuestas que hacían sobre los médanos. Luego de tres turnos de entrenamiento, cenaban y Osorio se encargaba de recolectar todos los celulares en una caja. El descanso sin distracciones es prioritario. Al otro día, luego del desayuno, los teléfonos eran devueltos. Para Bárbara fue su primer campamento de ese tipo. «Lo sufrí, pero me gustó. Nunca había entrenado en la arena. Subir los médanos.te la regalo», se ríe Barbi, como le dicen. Empezó a lanzar la jabalina gracias a un esguince en su tobillo. Jugaba al fútbol, pero como no podía por su lesión, su profesor de gimnasia de entonces le tendió una jabalina para que la lanzara. Sin carrera, Barbi ganó la competencia en su pueblo, El Galpón, a 150 kilómetros de la ciudad de Salta. Se entusiasmó. Viajaba a Salta fin de semana por medio para entrenarse con Mariana Espaventa, y volvía a su pueblo. Así empezó a incorporar la técnica. Hasta que decidió quedarse en la ciudad para seguir lanzando. Se convirtió en la nueva campeona sudamericana de menores, y después de mayores, de la Argentina. A los 25 años, Bárbara trabaja como niñera por la mañana, a la tarde se entrena y por la noche estudia en el profesorado de educación física. Ahora, se aloja en la casa de los Osorio para ponerse a punto para el próximo Sudamericano.

   «Mi sueño es seguir con la jabalina, hasta que no dé más, y enseñar. Transmitir todos mis conocimientos a pequeños», dice Barbi, quien agradece a la empresa Austin Powder, que la apoya económicamente. Sólo recibe una beca provincial, y no siempre la cobra en tiempo y forma. Para Agustín, su sueño «es llevar la jabalina lo más lejos posible; ir dejando récords».
«¿Y a mí no me preguntás», bromea Gustavo Osorio. Tras la venia, acota: «Mi sueño es transmitir y compartir el conocimiento con colegas de nuestro país para que desde esos rincones se pueda seguir desarrollando la jabalina. Es encontrar colegas que tengan ganas, ganas de aprender, y cada uno desde su lugar, sin que tengan que venir al Cenard. Es decir, el Cenard como un lugar de paso, de capacitación, para ajustar tuercas».

-Cuántos casos como el de Bárbara debe haber en la Argentina, ¿no?
-Está lleno de talentos. ¿Cuántos se pierden? Un montón. Y estamos llenos de especialistas. Están los Chiaraviglio en salto con garrocha, Luis Blanco en velocidad, Carlos Visentinis con su esposa Espaventa en salto en triple, Walter Acosta en La Plata, que es especialista en salto con vallas. Están «los locos» con sus diferentes cosas. Después, para tener éxito hay que tener planificación. Y si el chico no está descansado, no está bien alimentado, olvidate.
-Ahí golpea la crisis social que atraviesa el país, y vos lo viviste con Braian.
-Sí, la beca de Braian era para pagar su alimentación. Y Barbi es una chica que trabaja de niñera, que tiene que entrenarse en momentos del día, y que estudia por la noche. Es una persona que está cansada.
-Y a veces, con algunos chicos, no hay dinero para comprar carne, para que ingieran proteínas.
-Tienen que comer carne, pollo o pescado por la noche. Sí o sí, con ensalada. Pero no ocurre siempre. Está complicado en ese aspecto.
-¿Qué hace falta para que no se pierdan más talentos?
-Voy a luchar para que no perdamos más gente.
Toledo es el referente de las jabalineras y jabalineros del país. Mientras, otros se van gestando.



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