EL GRAN VANDERLEI ENCENDIO LA LLAMA

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Nació hace 47 años en Cruzeiro do Sul, estado de Paraná.
En los Juegos Olímpicos de Atenas (2004) protagonizó uno de los momentos más emotivos -y por cierto, de tintes tristes- en el maratón que se desarrollaba en un trayecto histórico, desde la llanura de la batalla hasta el viejo estadio. Iba en la punta, hasta que un demente se interpuso en su camino y lo detuvo por casi treinta segundos. Vanderlei Cordeiro de Lima, el bravo fondista brasileño preparado por Ricardo D’Angelo y que ostentaba la corona panamericana, reanudó su carrera, aunque ya no era lo mismo (el italiano Stefano Baldini se apoderó de la punta y del oro). No obstante, Vanderlei pudo seguir y se llevó la medalla de bronce. También, el reconocimiento universal y el premio Baron Pierre de Coubertin, que le entregó el COI.
Ahora, cuando se acercaba la medianoche de este inolvidable 5 de agosto del 2016 en el Estadio Maracaná, en Rio, la fiesta inaugural de los Juegos Olímpicos tuvo su punto culminante: Vanderlei Cordeiro de Lima encendió la llama olímpica en lo alto del Estadio, la llama que iluminará las ilusiones de miles de deportistas en las próximas dos semanas.
Había pasado el desfile de las más de doscientas delegaciones, con una ovación especial para el grupo de los refugiados y con atletas portando las banderas de varios países. Entre ellos, el panameño Alonso Edward, la chilena Erika Olivera, la famosa sprinter jamaiquina ShellyAnn Fraser o el triniteño Keshorn Walcott, campeón olímpico de jabalina en Londres 2012.  También había pasado el maravilloso espectáculo que diseñó Fernando Meirelles y que rindió tributo a todo Brasil, sus ancestros y su actualidad, la colonización, los esclavos, las favelas, la grandeza y la geografía de su país. La música de Gilberto Gil y «Garota de Ipanema» interpretada por Daniel Jobim, el nieto de Tom. Había pasado la gracia de Giselle Bundchen, una de las top models más renombradas del mundo. Pasó también el tributo al gran atleta keniata Kipchoge Keino, reconocido por su contribución a la educación y a la lucha contra la pobreza (a cinco décadas de sus consagraciones en el fondo olímpico). Habían pasado los discursos del titular del COI, Thomas Bach, el presidente brasileño Michel Temer y del motor organizativo, Carlos Nuzman: «Le hablo a todo el planeta… Son los primeros Juegos en América del Sur», dijo con orgullo.
Y el final fue una apoteosis, con los históricos del deporte brasileño. Allí el basquetbolista Oscar, Marta y Torben Grotel portaron la bandera olímpica, el regatista Scheidt tomó el juramento olímpico a los participantes. Y llegó la antorcha con «Guga» Kuerten (aquel notable campeón de tenis de Roland Garros), la pasó a la legendaria basquetbolista Hortensia. Y ésta, a las manos de Vanderlei, quien se ocupó el encender el pebetero. Ritual cumplido, honor para el atletismo de Brasil y del mundo.

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