Tal vez, la mejor definición la haya dado Miguel Simón por ESPN:
«¿Adjetivos? Ya no hay adjetivos. Cuando se hable de natación se dirá Phelps. Y eso será suficiente. Y cuando se hable de atletismo, se dirá Bolt»
Usain Bolt, el hombre a punto de cumplir 30 años, llegando de dos temporadas de lesiones, con dudas para competir en Rio de Janeiro hasta hace apenas un mes…
Pero el prodigio jamaiquino ha extendido aquella leyenda. Primer tricampeón de la «prueba reina» (100 llanos) en la historia olímpica. Ahora, primer tricampeón de los 200. Obvio, primer tricampeón del doblete del sprint.
Los 200 son -aún más que los 100- su prueba favorita, donde su récord mundial de 19.19 (Berlin 2009) lucen todavía «de otra galaxia». Entre el clima tan húmedo por la llovizna sobre el Estadio Olímpico de Rio de Janeiro, la secuela de aquellas lesiones y la carga competitiva que se está acumulando, la final de los 200 no daba para grandes marcas. Pero no importaba.
Desde la misma línea de salida, Usain Bolt marcó su presencia, entró con su paso imperial a la recta decisiva y se proyectó a un nuevo triunfo de 19 segundos y 78 centésimas.
La lucha -feroz- se daba por las otras medallas. La plata quedó para el canadiense Andre DeGrasse, bicampeón panamericano y bronce en los 100 metros, ahora con 20s.02. El mismo DeGrasse que en el cierre de semifinales había mantenido la distendida «conversación» con Bolt (y aún así fijó su récord nacional de 19.80). Fue tremenda la pujta por el bronce, que se quedó para el francés Christophe Lemaitre con 20s12, el mismo registro del británico Adam Gemili, mientras que Churandy Martina (Holanda) repetía su quinto puesto de Londres 2012. El estadounidense LaShawn Merritt, bronce de 400 y ahora también volcado a esta distancia, fue sexto en 20s19. Y el panameño Alonso Edward -recordman sudamericano, ex subcampeón mundial en Berlin 2009 y uno de los más consistentes especialistas de los últimos años- declinó en los tramos finales y quedó séptimo con 20s23.
«Sufrí una molestia en la pierna derecha durante el precalentamiento, unos quince minutos antes de la carrera. Pero decidí competir igual, arriesgar. Era mi primera final olímpica y no iba a dejarla», contó. Con su acceso a la final, en cierta forma pudo borrar aquella amargura de la descalificación en la serie de Londres 2012. Pero quedaba la sensación de que estaba para más. Entró en la pelea hasta la última recta y después, seguramente con la sombra de esa molestia física, no pudo pelear la medalla.
El octavo lugar entre los finalistas fue para el turco Ramil Guliyev con 20s.43, en una prueba disputada con viento en contra de 0,5 ms.