Por Eumar Esáa / Fuente: FVA-web
Ahymara Espinoza es pura chispa y energía, pura gracia y guaguancó, tumbao barloventeño en cada gesto de su opulenta humanidad y en cada inflexión de su voz, menos cuando evoca al padre adoptivo que el atletismo le dio, su entrenador William Romero, “Ufa”, un hombre que se marchó mucho antes de poder disfrutar las mieles del éxito que tiene hoy a la lanzadora de bala entre los clasificados venezolanos a Río 2016. La reciente medallista de oro del Iberoamericano de Río de Janeiro perdió a su técnico y mentor en marzo de 2011, cuando ella no era todavía la atleta capaz de meterse en Mundiales y Juegos Olímpicos. Ahora, cuando el recuerdo de “Ufa” viene a su mente, la voz se le dulcifica y la energía pasa del torbellino habitual a un reposo suave y reflexivo. A él le agradece cada logro que ha alcanzado y los que le faltan todavía. “El sueño de él era que yo fuera a unos Juegos Olímpicos, y yo le prometí que llegaría. Ahora tengo que pagar esa promesa con una buena actuación”.
Y es que ese mentor está presente en cada momento de la carrera de Ahymara, que ahora entrena en Brezice, Eslovenia, junto con la también lanzadora y ex campeona iberoamericana Rosa Rodríguez, y a las órdenes del técnico local Vladimir Kevo. Esa omnipresencia se debe en parte a que el propio “Ufa” pareció presentir su temprana partida y dejó una especie de testamento deportivo que ella honra en todas sus salidas al círculo de lanzamiento.
“Para competir siempre me encomiendo a Dios y a mi entrenador, porque él me decía ‘cuando yo me muera, y tú estés compitiendo, yo siempre voy a estar ahí y voy a arrimar un poquito esa bala para que la marca salga mejor’. No sé por qué él hablaba de su muerte. Tal vez era por su peso, porque sabía que no tenía buena salud”, rememora Ahymara desde Eslovenia, donde afina su forma de cara al debut olímpico.
De la mano desde los inicios
“Ufa” descubrió a Ahymara casi por accidente. Venía de formarse como entrenador en Puerto Rico, y cuando fue a buscar trabajo en la dirección de Deportes municipal conoció a la hermana de la balista, que todavía hoy labora en esa entidad. Cuando le hizo saber el potencial deportivo de su físico imponente y macizo, obtuvo de la mayor de la Espinoza una respuesta profética: “No ha visto nada, profe, tiene que ver a mi hermanita”.
“Yo jugaba baloncesto por esa época. Claro, todavía no era gordita”, evoca entre risas Ahymara. “Pero sabía que no era lo mío. Entonces llegó ‘Ufa’ a tratar de enamorarme del atletismo, y hasta el sol de hoy”.
Ahymara compartió por un tiempo con Rosa Rodríguez el dominio de la bala a nivel nacional, hasta que la larense se dedicó de lleno al martillo, y le dejó el camino libre.
Sin embargo, esa hegemonía se interrumpió cuando un infarto sorprendió a “Ufa” en 2011 y dejó a Ahymara a la deriva, pero también a las puertas de un cambio decisivo en su vida.
“Ese año tuve muchos problemas. En Miranda no me querían llevar a los Juegos Nacionales porque decían que no estaba entrenando. Yo no hacía más que llorar, y un día en medio de toda esa polémica me puse a hablar con él: ‘Ufa, ayúdame, échame una manita’. Finalmente pude ir a los Juegos, gané el oro y de pronto surgió el proyecto de que un grupo de lanzadores nos fuéramos a Eslovenia a entrenar, que fue algo que me cambió la vida. Yo siempre he interpretado eso como que él me escuchó ese día cuando le pedí llorando”.
Un padre esloveno
En Vladimir Kevo, Ahymara ha encontrado otro padre solidario y motivador. Éste le presiona el peso (“me tiene a dieta, yo le digo que de Río salgo para el Miss Venezuela”, bromea), le manda planes a la distancia cuando ella no puede concentrarse en Eslovenia, e incluso le dio una sorpresa inesperada que la ayudó a concretar su gran logro, el oro del Iberoamericano.
“Para el Ibero yo me sentía confiada y segura, y así se lo dije a Kevo, pero también le dije ‘me siento mejor cuando tú estás ahí’. Él me pidió dos días para organizar y a los dos días apareció con su pasaje comprado por él mismo, para irme a apoyar a Brasil”.
Así salió el 18,19 m que hoy tiene a Ahymara entre las 20 mejores del mundo a poco más de un mes de los Juegos Olímpicos, donde ella y Rosa Rodríguez esperan contar con un respaldo técnico que vaya más allá del apoyo mutuo que se dispensan entre las dos.
“A los dos mundiales a los que he clasificado (Moscú 2013 y Beijing 2015) he ido sin entrenador, y en una prueba tan técnica eso es muy importante. Rosa y yo nos ayudamos, nos corregimos una a la otra, pero no es lo mismo. Siempre hace falta una guía a la hora de las grandes competencias”.
La manzanita guindando
Antes del Ibero, cuando aseguró su plaza con un lanzamiento soberbio y cuando la IAAF clarificó sus reglas y confirmó que todos los que cumplieran con las marcas mínimas tendrían espacio en Río 2016, Ahymara era la “manzanita guindando” de la selección de atletismo, como ella misma se bautizó: era la atleta con el registro de referencia más ajustado, expuesta a salir con cualquier mínima variación del ranking. “No había podido ir a entrenar a Eslovenia y en Barlovento las condiciones no están dadas para trabajar. Yo he armado un pequeño gimnasio con unos equipos de pesas que me regaló el ministerio (del Deporte) hace cuatro años, pero no es suficiente. Además hay gente que no entiende que el deporte se maneja por planificación, que cuando estás en preparación general hay bajones de rendimiento que son naturales y que cree que uno debe estar haciendo marcas todo el año. Entonces me dejaron botada, sin vitaminas, sin zapatos, sin nada”.
El paréntesis, durante el que incluso le tocó hacer colas para comprar comida en Barlovento, no hizo más que acrecentar su ambición: “Cuando la gente no cree en mí eso hace que me crezca, me da mucha fuerza. Yo me dije ‘confío en mí y voy a mí. La única manera de que no vaya a los Juegos Olímpicos es que me corten los brazos’. Así que me dediqué a trabajar más duro y a luchar”.
El grito de “Wazá” que acompaña cada lanzamiento de Ahymara sonó más fuerte que nunca en Río y esos decibeles se han convertido en un presagio de lo que pueden ser los Juegos Olímpicos para ella.
“El Ibero fue el escenario que aproveché para demostrar que hay Ahymara para rato, pero no quiero ir a los Juegos a pasear. Tengo fijada en mi mente una final olímpica. Ya mejoré para que no me cuestionaran tanto. Ahora estoy afinando para dar una sorpresa”.