Fuente: COC – RunningColombia
Cuando Esteban Soto tenía nueve años, a sus padres les recomendaron llevar al niño a practicar algún deporte para tratar el asma que sufría. De inmediato, don Carlos Soto lo llevó a la pista de atletismo de la Unidad Deportiva de Pitalito, en el Huila, pero Esteban se negaba, no quería. Le daba temor ir a correr, ver a niños que lo hacían con naturalidad, mientras él tenía esa dificultad para respirar y aún más cuando se agitaba más de la cuenta, cuando el desgaste físico lo llevaba a sentir esos momentos de dificultad, a tener que usar un inhalador para poder respirar bien.
Por eso a don Carlos le tocó rogarle, casi que lo obligaba para ir a trotar, a empezar un camino atlético dirigido con el entrenador Eduar Chilito, quien por esos meses también entrenaba a un joven talento, a un futuro campeón mundial, a Éider Arévalo.
Pero poco a poco Esteban fue perdiendo el temor y se empezó a animar, sobre todo cuando eligió la marcha atlética y emprendió la colección de medallas en Juegos Intercolegiados Municipales, Departamentales y hasta Nacionales. “Tener mis primeras medallas fue una motivación, porque veía que a pesar del asma estaba ganando y era un deportista que tenía con qué dar la pelea a nivel nacional. Pensaba que si los niños sanos podían, yo también, a pesar del asma”, recuerda Esteban.
“A medida que los años fueron pasando, a medida que fui adquiriendo más capacidad física, el asma se fue disminuyendo automáticamente, aún tengo secuelas, sobre todo cuando paso mucho tiempo en climas calientes y regreso al frío, pero ya es muy manejable, el deporte me ha curado”, asegura Esteban, quien con el asma a un lado, permitió que naciera un sueño olímpico.
El camino del alto rendimiento
Cuando ya era un permanente integrante del podio nacional en categorías preinfantiles e infantiles, el sueño de llegar a ser deportista de alto rendimiento crecía más, sobre todo porque tenía a su amigo y compañero con quien compartía esa ilusión, con Éider Arévalo. Y fue en la Copa Nacional de Marcha de 2009 cuando los dos se acercaron al entrenador nacional, Fernando Rozo para manifestar ese deseo de llegar a la élite mundial y la respuesta de Rozo fue clara: “para mejorar, deben radicarse en Bogotá y empezar un entrenamiento de altura”.
Así se lo transmitieron a sus familias. Éider viajó y seis meses después lo hizo Esteban, con 15 años de edad. Solo, llegó a la capital de la República con una maleta cargada de sueños, de ilusiones y metas deportivas, porque ahora empezaría a entrenar con Luis Fernando López, el mejor del país.
El primer reto, preparase para el Campeonato Mundial de Menores en Francia, el primer viaje internacional y no a un Suramericano, Centroamericano o Panamericano, no: el debut internacional era el Mundial y la idea del entrenador Rozo era clara: “usted tiene para ser Campeón Mundial”, y Esteban se lo creyó.
Y lo logró, Esteban cruzó primero la meta, fue Campeón Mundial, tomó la bandera colombiana, se fue a festejar con su entrenador Fernando Rozo y cuando estaban en ese momento inolvidable, llegó lo inesperado: “El juez se me acercó y me dijo que en la recta final había cometido la última falta permitida y quedaba descalificado”, recuerda con tristeza y sin ocultar su enojo por esa decisión.
Con esa frustración deportiva, el siguiente reto era el Campeonato Mundial de 2012 en Rusia, sin embargo, el 21 de enero llegó el golpe más fuerte para este grupo de marchistas, el fallecimiento de Fernando Rozo, por un accidente cerebrovascular, que detuvo un poco el proceso.
A pesar de las dificultades por el fallecimiento de su entrenador, Eider se coronó campeón mundial, y el equipo juvenil, en el que tanbién estaban Esteban Soto y Kenny Pérez, obtuvo la medalla de plata.
“El profesor Marcelino Pastrana fue a quien elegimos para seguir el proceso y método de entrenamiento que diseñó Rozo durante varios años, porque él lo creó aprendiendo de las escuelas rusas, chinas y europeas, que aplicó en Colombia y los resultados se han dado”, dice Esteban, quien ahora vive en Bogotá en compañía de su hermano Juan José, otro talentoso marchista.
“Juan José es muy bueno, es medallista suramericano en menores y espero que siga mis pasos para llegar a unos Juegos Olímpicos, si él sigue un buen proceso y es disciplinado, podríamos más adelante compartir en unos Olímpicos, sería muy chévere, algo inolvidable”, reconoce el hijo de Carlos Soto y Esperanza Ruíz, quienes los apoyan desde Pitalito.
Ahora, luego de ver por televisión a su amigo Éider y a su referente Luis Fernando en los Juegos Olímpicos de Londres-2012, Esteban logró su cupo a Río-2016, después de lograr la marca mínima para los 20 kilómetros, siendo elegido por la Federación Colombiana de Atletismo para viajar a Brasil y hacer equipo con Éider y Luis Fernando.
“Es un equipo muy fuerte, es un honor estar al lado de tan grandes deportistas y ahora sólo me queda aportar mi granito de arena y seguir soñando, seguir entrenando para lo que queremos”, anticipa Esteban, quien concluye afirmando que “la marcha atlética significa un estilo de vida, una manera de vivir, es mi trabajo, creo que lo es todo en mi vida, porque lo practico desde los 10 años y siempre he soñado con los Juegos Olímpicos, con una medalla. Ya tengo la primera parte del sueño que es clasificar, falta lo más difícil, pero no es imposible, buscar una medalla como sueño colectivo para el equipo de marcha”.