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Rumbo a Cali (4) – La tradición atlética de la ciudad

10/07/2015
CALI, como faro atlético
             A lo largo de las últimas décadas, la ciudad de Santiago de Cali recibió importantes competiciones atléticas internacionales, además de las principales de Colombia.
Cali, fundada en 1536 por Sebastián de Belalcázar, es una de las más antiguas ciudades sudamericanas. Capital del departamento de Valle del Cauca, también es la segunda ciudad más populosa del país, detrás de Bogotá.
A nivel nacional, sus pistas –principalmente del estadio Pascual Guerrero- fueron sede de numerosos campeonatos nacionales de atletismo. También albergaron la edición inaugural de los Juegos Deportivos Nacionales  de Colombia en 1928, como así también otras dos ediciones (en 1954 y 2008).
El mayor acontecimiento deportivo de su historia fue la organización de los sextos Juegos Panamericanos (1971) cuyas pruebas atléticas se cumplieron en el Pascual Guerrero, donde acababa de instalarse la pista de material sintético. Allí recibieron a grandes figuras mundiales, entre el 31 de julio y 5 de agosto de ese año.
En esa oportunidad se establecieron dos récords del mundo. Uno, a cargo del triplista cubano Pedro Pérez Dueñas con 17,40 metros, terminando delante del subcampeón olímpico, el brasileño Nelson Prudencio. Y el otro –que tuvo una larga vigencia- le correspondió al sprinter jamaiquino Donald Quarrie con fantásticos 19s.86 en los 200 metros llanos, sumando esa medalla de oro a las que también logró en el hectómetro y en los relevos cortos.
Estados Unidos asistió a dichos Juegos con casi todo su potencial de la época, acaparando 25 medallas doradas, 16 de plata y 7 de bronce (un total de 48). Su delegación incluía al legendario y luego malogrado mediofondista Steve Prefontaine, quien ganó los 5.000 metros. El maratón fue para Frank Shorter, quien un año más tarde se consagraría campeón olímpico en Munich. Justamente en ese maratón, Hernán Barreneche consiguió una de las medallas colombianas, al quedar tercero, delante de su compatriota Alvaro Mejía (quien logró también el bronce, pero sobre 10 mil metros). La otra medalla colombiana correspondió el relevo femenino 4×100 que integraron Ortiz, Maquilon, Rivas y Mosquera, anticipando las excelentes generaciones de velocistas que asomarían pocas décadas más tarde
Dos atletas de primera clase mundial de estos momentos, como la cuatrocientista jamaquina Marilyn Neufville y la canadiense Debbie Brill (salto en alto) también brillaron en el estadio caleño.
La ciudad fue sede en dos oportunidades (1993 y 2008) del Campeonato Centroamericano de Atletismo, así como de los Juegos del Pacífico (1995), que luego no tuvieron continuidad.
Y también Cali recibió varias veces a la familia atlética sudamericana. Por ejemplo, en 1963 se constituyó en la primera ciudad colombiana en organizar el Campeonato Sudamericano de Mayores. En aquel momento, los atletas llegaban de los Juegos Panamericanos paulistas y ofrecieron una competición de notable calidad. La gran generación venezolana de la década del ’60 –también triunfante en los Iberoamericanos- le permitió a su equipo llevarse el título masculino, mientras Brasil ganaba en damas con la velocista Erica Lopes como figura (12s.0 en 100, 24s3 en 200). Héctor Thomas le dio a Venezuela las medallas doradas del salto en largo, lanzamiento de jabalina y decathlon, aquí con récord sudamericano de 6.825 puntos (según la tabla actual). También Hortensio Fusil, con sus 46s.7, establecía la marca sudcontinental de los 400 llanos y su compatriota Arquímedes Herrera se consagraba en 100 (10s.2) y 200 (20s.8, récord sudamericano), registros de clase mundial por ese entonces.
Varios medallistas olímpicos participaron en dicho Sudamericano de Cali 63, como la chilena Marlene Ahrens (ganó en jabalina con 44.67 m), el brasileño José Telles da Conceicao (aquí fue subcampeón en 110 vallas) y el venezolano Asnoldo Devonish, regresando a las competencias internacionales con el título en triple.
La Argentina asistió con sus grandes figuras como Juan Carlos Dyrzka (dominante en los 400 metros vallas), la lanzadora de disco Ingeborg Pfüller y Osvaldo Suárez, manteniendo en 5.000 y 10.000 llanos la misma hegemonía de la década anterior.
Y en el atletismo colombiano emergía la jerarquía de Alvaro Mejía, llevándose en ese momento el título de los 1.500 metros.
Cali volvió a organizar un Sudamericano de Mayores mucho tiempo después, en 2005, con nombres ya más cercanos a nuestra actualidad atlética –el uruguayo Andrés Silva, el brasileño André Domingos da Silva, el ecuatoriano Jefferson Pérez, el colombiano Gilmar Mayo entre otros- y con Brasil como potencia dominante de la región.
A nivel de juveniles, Cali recibió la octava edición del Campeonato Sudamericano, en 1970, oportunidad en la que aparecían valores como la peruana Edith Noeding (campeona en 100 metros vallas) y la velocista argentina Irene Fitzner, quien se llevó tres victorias: 100 y 200 llanos, y los relevos cortos. La familia de Fitzner tendría una continuidad exitosa en el atletismo, ya que su hija –Jennifer Dahlgren- es la recordwoman sudamericana y ex finalista mundial del lanzamiento del martillo, y uno de sus primeros triunfos internacionales se dio justamente en aquel Sudamericano de Mayores 2005 en Cali.
Y con vistas al Mundial de Menores de la IAAF, Cali albergó durante el 2014 varias competencias importantes de dicha categoría: la eliminatoria sudamericana para los Juegos Olímpicos de la Juventud-Nanjing en mayo, un torneo sudamericano sub 17 en julio. Y el Campeonato Sudamericano de Menores, junto a un Grand Prix Centroamericano/Caribe, a fines de noviembre. Esta serie de competencias sirvieron como test técnico y organizativo con vistas a la gran fiesta del próximo julio donde, por primera vez en su historia atlética, Colombia recibirá un Campeonato Mundial de la IAAF en pista y campo.
 
Dos héroes caleños: Aparicio y Grajales
 
A lo largo de ese historial, Cali ha sido la tierra para el surgimiento de varios puntales del atletismo colombiano. Y entre ellos podemos resaltar a Jaime Ignacio Aparicio y Pedro Antonio Grajales. No sólo por sus exitosas campañas en las pistas, sino también por su aporte –esfuerzo, dedicación, ejemplos- a lo largo de estos tiempos.
Aparicio, nacido el 17 de agosto de 1929 en Lima (Perú) donde se encontraban circunstancialmente sus padres. Pero con apenas tres meses ya estaba en Cali y fue el primer atleta colombiano de jerarquía internacional. Comenzó en el Colegio Berchmans, de los jesuitas, y rápidamente mostró sus dotes en las pistas, concretando un exitoso debut en los Juegos Boliviarianos de Lima (1947) sobre 400 metros vallas, además del subcampeonato en los 400 llanos.
Fue representante olímpico en Londres (1948) y Melbourne (1956), en ambas pruebas, así como en relevos, aunque no pudo pasar de las eliminatorias. En cambio, conquistó los 400 metros con vallas en los primeros Juegos Panamericanos de Buenos Aires (1951) donde marcó 53s.4, aventajando por tres centésimas a uno de sus clásicos rivales, el brasileño Gomes Carneiro. Cuatro años más tarde, en México, Aparicio marcó 51s.8 –el mejor registro de su vida- y volvió a aventajar a Gomes Carneiro, pero allí fueron subcampeón y tercero respectivamente, ya que el título quedó para el estadounidense Joshua Culbreath con 51s.5.
Aparicio era la carta fuerte del atletismo de Colombia en esa década, como lo probó con sus victorias de 400 vallas en los Juegos Centroamericanos y Caribe de 1950 en Guatemala, y 1954 en México. O repitiendo su halago bolivariano en Caracas (1951), donde también fue subcampeón en 200 llanos y bronce en ambos relevos.
Y también paseó su calidad en los Campeonatos Sudamericanos. En San Pablo (1954) derrotó nuevamente a Gomes Carneiro con 52s.52. Dos años más tarde, tuvo un formidable despliegue en el Sudamericano de Santiago de Chile. Además de los 400 vallas –donde ganó con 52s.0- también lo hizo en los 400 llanos con 47s.7, apenas una centésima arriba del récord sudamericano que venía de lograr semanas antes en Bogotá. También fue subcampeón de los 200 llanos y aportó a la primera victoria colombiana en el historia de la posta 4×400, donde el registro de 3m.14s.6, representó el entonces tope sudcontinental.
Aparicio se despidió de los Sudamericanos en Montevideo (1958), donde libró un gran duelo con el brasileño Ulisses Laurindo, cuyos 52s.5 le permitieron ganar por apenas una centésima. Aparicio, quien también fue cuarto en los 400 llanos, dejaría poco después las competencias para concentrarse en su profesión: arquitecto.
Recibió las máximas distinciones y los máximos honores en el deporte de Colombia. Entre ellos, fue el último relevista de la antorcha en la ceremonia inaugural de los Panamericanos 71.
Pedro Grajales fue el primer gran sprinter colombiano a nivel internacional, aunque no tanto en la velocidad pura, sino en la dupla 200-400 llanos. Nacido el 14 de junio de 1940, su ingreso a nuestro deporte fue relativamente tardío, recién a los 21 años, cuando comenzó a entrenar con Alfaro Parra y, posteriormente, con Carlos Avila. Este sería su coach a lo largo de casi toda su campaña, a excepción de un período en el que Pedro residió en California.
Representante olímpico en dos oportunidades (Tokio 1964, México 1968), Grajales llegó a cuartos de final, tanto en 200 como 400, en un marco duramente competitivo de ambas pruebas. Pero su máxima producción en el alto nivel se vio en los Juegos Panamericanos de Winnipeg (1967), cuando fue 4° en la final de los 200 llanos y 7° en los 400, prueba ganada por el posterior campeón olímpico y recordman mundial Lee Evans. En esos mismos Panamericanos, Grajales integró la posta 4×100 que se llevó el bronce, así como la posta larga con el quinto puesto.
Cuatro años más tarde, Grajales era “local” en los Panamericanos de Cali, aunque allí ya no pudo pasar de las series en las dos pruebas individuales, alcanzando la final –y el octavo puesto- en los relevos largos.
En los Juegos Boliviarianos de Quito (1965) cosechó cuatro títulos con excelentes prestaciones: 20s.9 en 200, 46s.9 en 400 y ambos relevos. Y repitió esa hazaña dos años después en el Sudamericano de Buenos Aires, en la pista de Parque Chacabuco, donde marcó 20s.9 en 200 y 46s.4 en 400, llevándose ambos títulos delante de sus compañeros de equipo Jaime Uribe y Carlos Alvarez, respectivamente. Por supuesto, todos se unieron para conquistar ambas postas. Grajales ya tenía medallas en Sudamericanos anteriores (subcampeón de 4×100 en Cali 63, subcampeón de 400 y bronce en posta corta en Rio de Janeiro 65) y su despedida fue en Quito (1969) con el título de la 4×100. Allí, además, quedó cuarto en el hectómetro.
Con maestrías en educación física y entrenamiento en atletismo, se dedicó desde entonces a formar varias generaciones de excelentes deportistas, a transmitir su experiencia y sapiencias a la familia atlética sudamericana.



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