Historias (4) – La gloriosa dinastía de los triplistas brasileños

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Hace pocas semanas, en oportunidad del Trofeo Brasil en Sao Bernardo do Campo, se retiraba de las competencias el mejor especialista de este país en salto triple durante las últimas décadas: Jadel Gregorio. No fue medallista olímpico como varios de sus antecesores pero, en cambio, logró el subcampeonato del mundo –tanto al aire libre como indoor- y mantiene el tope de nuestra región con 17,90 metros.
Gregorio era el heredero de la especialidad por autonomasia, durante mucho tiempo, del atletismo de Brasil: el salto triple. Esa que le dio a su país seis medallas olímpicas a través de los gloriosos nombres de Adhemar Ferreira da Silva, Nelson Prudencio y Joao Carlos de Oliveira (“Joao do Pulo”).
Adhemar nació en Sao Paulo el 29 de septiembre de 1927 y su debut olímpico se produjo en Londres (1948), cuando quedó en el octavo puesto. En 1951, tras ganar el primero de sus tres títulos panamericanos en Buenos Aires, también se convirtió en el primer triplista del mundo en atravesar los 16 metros, con su récord de 16.01, logrado en el Estadio de Fluminense, en Rio, el 30 de septiembre. Y así era uno de los candidatos para los Juegos Olímpicos de Helsinki, en 1952.
Allí produjo una actuación excepcional, al mejorar en cuatro de sus seis saltos el récord mundial vigent. Ya en la fase clasificatoria, Adhemar (15.32) y el venezolano Asnoldo Devonish (15.22) encabezaron el primer grupo, mientras que el ruso Leonid Scherbakov, quien asomaba como el más fuerte rival, lograba el otro con 15.05, avanzando también allí el brasileño Geraldo de Oliveira. En la prueba decisiva, Adhemar arrancó con 15.95 y siguió con récord mundial de 16.12, y 15.54 en el tercero. Scherbakov asomó en la tercera ronda, donde logró su récord europeo de 15.98, pero de allí en adelante el brasileño fue imbatible: 16.09, 16.22 (su nuevo tope) y cierre con 16.05, compartiendo el podio con Devonish, cuyos 15.52 databan del segundo turno. Consagración de Adhemar, delante de 70 mil personas que le ovacionaban al grito de “Da Silva, Da Silva”. Finlandia es un país de grandes tradiciones atléticas y su público sabía reconocer tanta grandeza. En agradecimiento, Adhemar dio la vuelta a la pista, saludando con su brazo en alto… y muchos consideran que allí nació la famosa “vuelta olímpica” o “vuelta de honor” que dan los campeones de todos los deportes.
En los Juegos Panamericanos de México (1955), Adhemar concretó la mejor actuación de su vida con un récord del mundo de 16.56 m. y se aprestaba a enfrentar, en los Juegos de Melbourne, nuevamente a Scherbakov y al ascendente japonés Teruji Kogake.
En la final, el brasileño marcó 15.69, 16.04 y 15.90 en las primeras rondas, donde emergió Vilhjálmur Einarsson (Islandia) con 16.26 y una provisoria delantera desde el segundo intento. Pero en el cuarto, Adhemar llegó a 16.35, que representaban el nuevo récord olímpico y que serían la mejor marca de su vida en ciudades a nivel del mar. Cerró a toda orquesta con 16.26 y 16.21, mientras Scherbakov y Kogake no fueron factores. La crónica del Olympic Saga, de Australia, resumió así esa actuación: “Adhemar produjo una magnífica exhibición de fuerza, ritmo,
gracia, poder, control, concentración bajo presión y soberbia coordinación”. EL islandés se llevó la medalla de plata y el bronce quedó para el soviético Witold Krejer con 16.02.
Adhemar aún volvería a competir por cuarta vez en los Juegos en Roma (1960), pero ya sin tanta fuerza física y ocupó el 14° puesto. Su retiro de las competiciones se produjo poco después, tras ganar los Iberoamericanos inaugurales de Santiago de Chile, donde también fue medalla de bronce del salto en largo.
Adhemar Ferreira da Silva, junto a Jefferson Pérez los más grandes atletas de la historia sudamericana en los Juegos, recibió todos los honores y condecoraciones a lo largo de su vida. Murió el 12 de enero de 2001 en Sao Paulo.
 
NELSON PRUDENCIO, EL HEREDERO
También procedente del estado de Sao Paulo, pero de la ciudad de Lins, Nelson Prudencio ingresó relativamente tardío a las competiciones, pero enseguida mostró sus cualidades de triplista. Había nacido el 4 de abril de 1944 y obtuvo en cuatro oportunidades el cetro sudamericano, además de proclamarse subcampeón en los Juegos Panamericanos de Winnipeg (1967), repitiendo ese halago cuatro años después en Cali.
Si los Juegos Olímpicos de México (1968) se recuerdan por sus excepcionales prestaciones en el atletismo, la competición de salto triple fue la más grande del historial. La finalísima se disputó el 17 de otubre. Por aquella época, los 17 metros representaban una frontera para la elite, que recién pudo quebrar el polaco Jozef Schmidt (su récord de 17.03 fue logrado en 1960, año en el que ganó los Juegos Olímpicos de Roma, para mantener su corona en Tokio 64). Schmidt también estaba en México, pero allí irrumpía una nueva generación. El italiano Giuseppe Gentile avisó durante la clasificación, al batirle el récord a Schmidt con 17.10.
Y ya en la final, al día siguiente, Gentile también arrancó con todo, 17.22 m que parecían insuperables. Al menos, así lo sintió el propio triplista italiano (a su retiro del atletismo se dedicaría a su profesión de actor, llegamos a verlo en una película de Pier Paolo Pasolini…). En la segunda vuelta, el que mostró su ímpetu fue Nelson Prudêncio, por primera vez en su vida por arriba de los 17 metros: 17.05. Y en la tercera, era la aparición del soviético Viktor Saneiev, mejorando en un centímetro la plusmarca de Gentile. El impacto del brasileño se dio en la quinta ronda (17.27, la marca de su vida). Pero todavía faltaba una más; allí Prudencio quedó en 17.05… y Saneiev se extendió hasta los 17.39, increíbles para la época.
En síntesis, cuatro récords del mundo en un mismo concurso –cinco sin computamos el de Gentile en la clasificación- y los seis mejores saltarines por arriba de los 17 metros. Prudêncio concretaba la actuación de su vida y Saneiev –oriundo de  Georgia- inauguraba la serie que lo convertiría en el más exitoso triplista de todos los tiempos, ya que mantuvo el oro en 1972 y 1976, y fue subcampeón en 1980.
Prudencio mostró nuevamente sus dotes de gran competidor el 4 de septiembre de 1972 durante los Juegos de Munich. Allí Saneiev retuvo su corona –también lo haría en 1976- con 17.35 metros y la medalla de plata fue para Jorg Drehmel, representante de Alemania del Este y campeón europeo, quien marcó 17.31. Prudencio, con 17.05, se llevó la medalla de bronce.
Siguió por varias temporadas en activo y posteriormente ejerció como docente y dirigente atlético, alcanzando la vicepresidencia de la CBAT. Murió el 23 de noviembre de 2012 en Sao Carlos.
 
 
 
 
OTRO COLOSO: JOAO DE OLIVEIRA
También procedente del interior paulista –de la localidad de Pindamonhagaba- nació el 28 de mayo de 1954 y sus comienzos fueron como basquetbolista, hasta que llegó al atletismo y contó con la conducción técnica de Pedro Henrique de Toledo. Heredó los títulos sudamericanos de Prudencio, ya hacia 1974, y un año más tarde brilló en los Juegos Panamericanos de México: batió el récord mundial con 17,89 metros, una marca que aún hoy resulta impresionante y que permanece entre las 15 mejores all-time de la IAAF.
La saga del popular “Joao do Pulo” en dichos Juegos no se agotó en el salto triple, ya que también triunfó en largo (retendría ambos títulos en Puerto Rico 1979) e integró la posta 4×100 que ocupó el 4° puesto, mejorando el récord sudamericano con 39s.18.
La actuación en México le abría las puertas en los Juegos de Montreal (1976). Aunque allí pagó el precio de cierta inexperiencia. En salto en largo logró el quinto puesto, a sólo dos centímetros de la medalla. Y en triple se topó nuevamente con Saneiev, quien triunfó con 17,29 m, seguido por el estadounidense James Butts con 17.18. Joao, con su último intento, consiguió los 16.90 m. que le dieron la medalla de bronce.
Cuatro años después, en los Juegos de Moscú, el concurso del salto triple quedó envuelto en la polémica. Estos Juegos ya venían complicados, por el boicot de EE.UU. y la mayoría de países occidentales frente al régimen de entonces en la ex Unión Soviética, que acababa de invadir Afganistán. Y en lo específicamente atlético, la prueba de triple tuvo muchos problemas. Hasta hoy, testigos (dirigentes, periodistas) siguen culpando al “localismo” de los árbitros soviéticos, en una prueba en la que la IAAF no tuvo su propio veedor, presuntamente por presiones de la organización. Dos décadas después, en vísperas de los Juegos de Sydney, el propio Saneiev admitió que “hubo cosas extrañas” aquel día. Oliveira, siempre un caballero en las pistas, lamentó todo, pero no presentó ninguna protesta. Se marchó resignado de Moscú y así fue, hasta el fin de sus días. En cambio, otro de los favoritos, el  australiano Ian Campbell, reclamó airadamente a los jueces.
Los jueces le dieron nulos a nueve de los doce saltos que realizaron el brasileño y el australiano, cifra insólita para dos de los triplistas top del mundo. En el caso de Oliveira, sólo validaron su primer intento (16.96) y el tercero (17.22), marcando presuntas faltas en los otros cuatro. Y los dos últimos, cuando se acercaba a los 18 metros. Al australiano le marcaron “foul” en cinco de sus intentos y sólo le dieron como válido el segundo (16.72). El más cuestionado, y por el que Campbell se trenzó a los gritos con los jueces, fue el tercero, en la frontera de los 17.50… En ese marco tan rato, Jack Uudmäe –oriundo de Estonia- concretó la mejor actuación de su vida, con 17.35 en su tercer intento, suficientes ante la reacción del veterano Saneiev (venía con 17.04 en el tercero, llegó a 17.07 en el quinto y cerró con 17.24 para arrebatarle la medalla de plata al brasileño). Este debió conformarse con un nuevo bronce en 17.22.
 
No obstante, Joao siguió luciendo en los escenarios internacionales. Y fue el ganador del salto triple en las tres primeras ediciones de la World Cup (1977, 1979, 1981), en la época que aún no se disputaban los Campeonatos Mundiales. Una tragedia –un choque brutal en una autopista paulista, poco antes de la Navidad de 1981- obligó a varias operaciones y, desgraciadamente, sufrió la amputación de una de sus piernas. Adiós al atletismo.
El gran Joao do Pulo falleció el 29 de mayo de 1999.
 
JADEL, EL MAS RECIENTE
Y llegamos a Jadel Gregorio, el nombre más reciente de esta notable dinastía. Nacido en Jundaia do Sul (16-9-80) se destacó al principio como especialista en alto (2,10 m) y largo, para después inclinarse al triple. Alcanzó su máximo rendimiento en la pasada década por los citados 17,90 m. que concretó el 20 de mayo de 2007 en Belém, durante el Gran Premio Brasil. Deja el atletismo con ocho performances al aire libre por arriba de los 17,50 y un récord sudamericano indoor de 17,56 m., conseguido en marzo de 2006 en Moscú. También, con antecedente de 8,22 m. en salto en largo.
Llegó a dos finales olímpicas, quedando 5° en Atenas 2004 con 17.31 y sexto cuatro años más tarde en Beijing con 17,20. Y subióó al podio del Campeonato Mundial al aire libre en un espectacular duelo con el portugués Nelson Evora en Osaka 2007 (Jadel fue subcampeón con 17,59). Además alcanzó otras tres finales mundialistas, siendo 5° en París 2003 con 17,11, sexto en Helsinki 2005 con 17,20 y octavo en Berlin 2009 con 16,89. Pero también en los Mundiales Indoor subió al podio, como subcampeón de Budapest 2004 con 17.43 y Moscú 2006 con los citados 17.56.
En nuestra región brilló siempre en la defensa de los colores de su país, logrando el oro en los Juegos Panamericanos de Rio 2007 con 17.27 y el subcampeonato en la edición anterior de Santo Domingo 2003 con 17,03, detrás del cubano Yoandri Betanzos, uno de sus clásicos rivales. Además, fue campeón iberoamericano (Guatemala 2002) y sudamericano (Manaus 2001 y Barquisimeto 2003).
En los últimos tiempos residió en California (EE.UU.) pero ha retornado a Brasil para su retiro competitivo y para desempeñarse como subsecretario de Deportes del estado paulista.
 
 

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